martes, 26 de mayo de 2015

Hay muchas personas que aun no conocen la situación laboral de la mujer a través del tiempo. Aunque no lo parezca, la situación no ha cambiado mucho.
Mucha gente critica una situación laboral de la mujer en la actualidad. Es decir, algunas personas manifiestan que las mujeres no necesitan trabajar, que se deberían quedar en casa cuidando de sus hijos. Aunque también es cierto que debido al gran avance de la tecnología doméstica se ahorra mucho tiempo en las tareas del hogar.

Quién trabaja y quién no.

Antiguamente, las mujeres que pertenecían a la nobleza y a la alta burguesía no se les permitían trabajar, eran esclavas de su familia. Los hombres no entendían como trabajo el cuidado del hogar. Sin embargo, las clases bajas, como eran criadas y campesinas, si que se dedicaban a este colectivo. Estas trabajaban en el campo ayudando a sus maridos y además se encargaban de las tareas domésticas y del cuidado de los hijos, pero no se les reconocía como trabajadoras. El matrimonio era el único horizonte para la mayoría de las mujeres. El acceso a la educación y otros factores de movilidad social, estaban vedados para el mundo femenino.
Lavar, cocinar, cuidar niños, a menudo no figura en las estadísticas laborales, además, muchas mujeres trabajan fuera de casa provocando la doble jornada.

Actualmente, la discriminación de la mujer en el mundo laboral sigue existiendo y es debida a los siguientes motivos:
- Los salarios de las mujeres son menores que los del hombre, desempeñando los dos el mismo trabajo.
- Se prefiere contratar antes a un hombre que a una mujer, ya que ha esta se la infravalora, sobre todo en altos cargos.
- Por su condición de quedarse embarazada.

El acceso femenino al trabajo.


El gran obstáculo que encuentran las mujeres en el ámbito laboral es que les resulta muy difícil acceder a trabajos masculinos y, en caso de que lo consigan, les cuesta mucho ascender a niveles superiores.
Esta discriminación que se esta intentando mejorar, presenta situaciones en las que las mujeres no saben si merecen estar o no.
No lo saben ni lo sabrán mientras sean llamadas a participar en actividades públicas, laborales o no, para calmar la sensación de culpa institucional sin que se tengan en cuenta sus propios méritos. 


La discriminación.

Aun cuando la mujer provee con recursos financieros, siguen considerándose dichos ingresos como "complementarios". Incluso en familias donde la mujer aporta lo mismo o aun más que el varón, no se considera su aporte como vital o de la misma importancia relativa que el recurso monetario del marido.
A pesar que ambos, varón y mujer, trabajen fuera del hogar, se siguen considerando la labor doméstica y el cuidado de los niños, como tareas femeninas.
Muchas mujeres trabajadoras se sienten mal al no poder cuidar de sus hijos, y tener que dejarlos al cuidado de sus abuelos o terceras personas, por no disponer de tiempo debido a su trabajo.



El principio de igualdad que no se vive.


Persiste el mito de que a los hijos nadie los puede educar como una mujer, o que la cocina es ámbito femenino. Esto provoca el fenómeno de la doble jornada, es decir, la mujer trabaja fuera de casa y además tiene a su cargo el cuidado de los hijos y las tareas del hogar.
Un típico varón llega a su casa con la expectativa de que la comida esté preparada, la ropa limpia, los hijos atendidos y las múltiples tareas del hogar realizadas. Muy pocos toman conciencia que si ambos trabajan, lo justo es compartir tareas.
Esto provoca un estrés en las mujeres, ya que se les exige eficacia tanto en el mundo laboral como en sus funciones domésticas.
Persiste además la paradoja de entender que el cuidado de niños y el mantenimiento de hogares estables es de primera importancia, no obstante, se considera el trabajo doméstico como "no productivo", por eso, normalmente no es rentado ni tampoco figura en las estadísticas de ingresos.

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